Si no aportamos aquello que nos hace únicos y añadimos algo nuestro y que deje huella para que nuestro paso por «la organización, asociación, grupo, trabajo…» no pase inadvertido… ¿para qué lo hacemos?
Nadie es «uno más», nadie debería serlo, pero depende de ti que lo que hagas le sirva a alguien. Eso es servir hoy.
Los pequeños gestos son los que cambian el mundo y es increíble lo que podemos conseguir con ellos.
Un mensaje de agradecimiento, una notita que alguien «te coló» en el bolsillo pueden cambiarte el día.
Muchas veces he pedido a los alumnos que, si tenían algo que agradecer a alguien, lo hicieran de esa manera: escribiendo una notita y metiéndosela a esa persona en el bolsillo sin que se diese cuenta, a veces como misión para el recreo y a veces como parte de una acampada, y suele ser muy divertido y enriquecedor para todos.
¿Que alguien ha sido amable contigo? ¡Díselo!
¿Qué te dijeron lo que debías mejorar? Eso es porque le importas, ¡Agradéceselo!
¿Que te llamó la atención un pequeño cambio en la forma de ser de alguien? ¡Anímale para que perdure!
Y es que agradecer y apreciar no sólo sirve para aspectos positivos, el verbo «Corregir» deberíamos cambiarlo por «Apreciar» ya que consigue mejores resultados y de forma más gratificante.
Una buena propuesta para integrar esto en nuestra forma de ser podría ser:
Compartir lo que haces de manera altruista es poner en valor tu legado y debería ser la base de la vida si de verdad queremos ser felices y un mundo mejor.
En los últimos meses me he topado varias veces con esta historia así que voy a compartirla aquí porque creo firmemente que los niños son capaces de percibir si lo que le decimos es auténtico o no y eso juega un papel fundamental en la relación de confianza que establecemos con ellos.
La madre de un amigo de Arún Gandhi, nieto del líder indio y probablemente el mejor pedagogo del mundo hindú, Mahatma Gandhi, estaba desesperada porque su hijo se estaba muriendo debido a un fallo metabólico que le impedía asimilar el azúcar. A pesar de su vigilancia el niño, a escondidas, seguía comiendo azúcar y su vida peligraba. … Continue Reading
Recuerdo que en las horas de descanso en las acampadas, mientras algunos scouters (educadores voluntarios) dedicaban ese tiempo para hablar entre ellos, a hablar de cosas «de adultos«, una parte de mí siempre necesitaba hacer lo que estaban haciendo los niños… explorar.
Descubrir sitios nuevos, encontrar algo que nadie antes había encontrado y compartirlo con el resto… «eh mirad lo que he encontrado!!» ese afán que tienen los niños por naturaleza y que es algo innato que va unido al placer de aprender y descubrir cosas nuevas, es algo que no debería perderse y que debería alertarnos cuando nos encontramos con niños que no manifiestan esa curiosidad y optan por un comportamiento «más adulto» como quedarse sentados a hablar.
Cuando un niño no hace cosas de niño, algo raro hay y es nuestra responsabilidad, de los adultos, averiguar a qué se debe y actuar.
Por eso el mejor método educativo es aquél que se basa en la confianza en lugar de en la desconfianza, ya que si confiamos en ellos y se lo demostramos con un vínculo emocional verdadero tendrán menos ganas de decepcionarnos y de decepcionarse a ellos mismos.
Pero para tener suficientes oportunidades educativas todo el ecosistema (adultos, docentes, compañeros) y la metodología escogida deben contemplarlo desde la base, incluirlo en la rutina diaria y reconocerlo tanto individual como grupalmente.
Pequeñas cosas que impliquen a los 5 sentidos: Un abrazo, un olor… así sabemos que vivimos, porque nuestros sentidos nos lo hacen percibir y se queda en nuestra memoria.